viernes, febrero 29, 2008

trayecto golondrino, nuevos pasos...

TRIGÉSIMO CUARTO PASO
La fisura es notable. 13.30 en Alameda. Sábado 23 de febrero en Curicó. La biblioteca pública está cerrando. Pampa, con todo y los bolsos, siestea bajo unos árboles. Pelado, una hora de internet e imita a su compañero. Más de tardecita, algo repuestos, toman once callejera y semáforo para trabajar. Después cine: Ratatouille, una simpática película infantil al aire libre. Entonces, besando la medianoche, palta, limón, tomate, pan. Rica cena, ya nos hemos bajado litro y medio de jugo de durazno. Otra noche los bultos grandes duermen en la oficinita de turismo. Golondrinos salen a batallar y apuntan hacia el bar Esparta, que la noche anterior no les proveyó cerveza, pero que dejó buena impresión (en este bar suelen tocar bandas de rock locales y de la región). Por las mesas, navegantes ofrecen publicaciones y entablan conversaciones*intercambios. Entonces aparece la Pancha, tremenda personaja, y sus amigos. Ronda de charlas y cigarrillos. "No vamos a tomar", decimos y nos cuesta cumplir. Pecamos. Salimos al patio del lugar. Charlas y cervezas. Entonces Pampa se queda rato más en el bar y Pelado se vuelve. Alrededor de la oficinita de turismo, la Alameda es la base de operaciones de las chicas travestis prostitutas. "Está tranqui, pero después de las cuatro empieza el movimiento; cuando cierran los bares". Al rato llega Pampa, armamos carpa ahí mismo, casi amaneciendo. Otro carrete que dejará secuelas.

TRIGÉSIMO QUINTO PASO
Es domingo y queremos dejar Curicó, queremos seguir viaje al sur. Romeral o Molina las opciones, a pocos minutos de Curicó. Nos hablan bien de Molina y del circuito de las Siete Tazas y de una plaza donde se puede trabajar muy bien. Arrancamos en bus entonces, pasado el mediodía. Llegamos y las propuestas turísticas nos resultan a trasmano y costosas. En eso, suena el teléfono. Pablito del otro lado, "estamos en Curicó, cabros, ¿ustedes dónde están?". "Estamos en la plaza de Molina". "Esperennos, que vamos para allá". Abrazo grande de reencuentro. Tanto tiempo. Ronda de anécdotas de viaje. Estos pocos días han sido intensos para ambos subequipos. Michel, Julio y Pablo han venido viniendo con intensas y amorosas escalas en Paredones, Lolol y Santa Cruz, antes de arribar a Curicó. Nos cuentan de nuevos buenos vínculos. Nos alegra saber que nunca dejamos de caminar el mismo camino. Pablo llama a su santiaguino amigo Nenuco, que nos invita a acampar en el patio de la casa de su abuela. "Es en Pichingal, a poco de Molina". Lo pensamos, aprobamos la idea.

TRIGÉSIMO SEXTO PASO
Pero antes de irnos de Molina y con la tardecita sobre los hombros, preparamos espectáculo para la plaza. Otra vez el quinteto, como en Pichilemu. Es domingo de noche y en la plaza hay muchísima gente. Feria de artesanos y un escenario iluminado, por donde pasarán la banda de la ciudad y la banda juvenil. Después, una lota (bingo) en plena plaza. Los radiobembos del Circo Imaginario y viajero, estacionan en una esquina y montan show. Cálido, humilde. Ya pasó la medianoche y hay que salir para Pichingal. "Una hora de caminata", anticipa Nenuco.

TRIGÉSIMO SÉPTIMO PASO
Las mochilas y los bolsos bultos varios de estos viajeros, pesan mucho mucho. Mucho más con cansancio encima. Interminables son los kilómetros que nos separan de la casa de la abuela de Nenuco. Paramos, nos convidan agua, abrimos dos sobrecitos de jugo. Nuestros rostros, maquillados aún; vestidos apayasados aún, seguimos. Descansamos unos segundos, nos hidratamos y seguimos. "Faltan menos de 100 metros, apenas pasando aquél cartel vial", dice Nenuco. Algunos entenderemos mal. Menos de 100 metros faltaban para un cruce. Un cruce donde hay que esperar aún que alguien nos levante a dedo. Aún nos queda la mayor parte del trayecto. Algunos más optimistas, otros no tanto, para una camioneta y nos sube a todos. Llegamos. En el patio de esta casa bien rural, una loza. Sobre ella montamos dos carpas. Un fogón. Guitarra y tambores y Michel se pone a asar unas papas que han traído de Paredones. Roncola y vino. El cansancio nos manda a dormir de a uno. Vamos cayendo. Mañana será otro día, atrás quedó Curicó, atrás quedó Molina.

TRIGÉSIMO OCTAVO PASO
Radiobembos amanecen secuencialmente. Nos invitan casadentro y nos reciben con desayuno. Gigante bienvenida a Pichingal. La mamita, sentada en un sillón, nos bienrecibe. "Aquí todos led decimos la Mamita, porque es la madre de todos; nos cuida, por eso tanto amor", nos dirá luego Germain, papá de Nenuco. Mucha familia en la casa, muchos niños. "Guarden sus cosas para el camino, aquí invitamos nosotros". Aparece un balón, pichanga (picadito), un equipo de cuatro, otro de cinco. Cancha de Deportivo Pichingal. Un equipo gana 4 a 2, empata el otro equipo: 4-4. Falta dudosa. Penal para los que venían perdiendo, ¡gol! La pelota se va para un campo contiguo. Cambiamos de lado para el segundo tiempo. No. Se acabó el partido, la pelota se pinchó. De vuelta en la casa, nos esperan con almuerzo. "Por la tarde vamos al río, ¿les parece?", nos consulta Germain. No podemos decir que no. Y no queremos tampoco. Camino de veinte minutos de caminar, acequias a la vera del sendero que transitamos. El río, como un hilo fino a nuestro lado. Eucaliptus, moras y hojas secas, que anticipan otoño. Un bosque incendiado y unos murallones de piedra para el invierno, cuando con la temporada de lluvia, los ríos se desbordan. Entonces se nos presenta allí delante nuestro, vehemente y provocador, el río Lontué. Atrás la cordillera. Pampero piensa en San Francisco de Monte de Oro, San Luis; Pelado en los serranos ríos cordobeses. El agua, entre tibia y fría, piedras, rápidos. Unos clavados, nadamos un rato. Volvemos caminando a la casa, comemos moras de camino. La intención es llegarnos a Molina para hacer una función nocturna allí y planificar la partida a Talca, nuestro próximo objetivo cercano.

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