lunes, julio 14, 2014

El conjuro que no voy a olvidar (primer texto post final 2014)

a veces las cosas salen y a veces las cosas no salen, tan simplemente como eso. estos tipos nos invitaron a emocionarnos y aceptamos el conjuro. hoy siento una inmensa alegría porque durante este mes, con vecinos y vecinas, amigos y amigas, novia e hijo, compañeras y compañeros, nos encontramos y nos conocimos y nos reconocimos en abrazos, sonrisas, canciones, acomodadas de antenas, pixelada pantalla gigante, llovizna, chori, guiso, locro, empanada, vinito. estoy eternamente agradecido porque estos tipos me permitieron no disociar mis ideales, mis causas, con mi corazón futbolero. por el contrario, me permitieron afirmar la premisa tantas veces subcampeona de que lo que importa es tener un buen grupo humano. que me voy a enojar, por supuesto. ni quiero ver esas repeticiones de los goles que no salieron ni del penal que no nos cobraron. necesito un poco de duelo, probablemente y esta mañana me va a costar hablar del mundial en la radio, pero siento un inmenso orgullo porque mi nene y muchos otros nenes tuvieron la oportunidad, junto a nosotros, de ver a un equipo de gentes que transpiró la camiseta. inolvidable mundial. sigamos por esta senda. y perdóneme quien espere de mí un análisis más pormenorizado de si estuvo bien tal o cual cambio y me voy a quedar afuera de cualquier ucronía que quiera venir a contarme qué hubiera pasado si tal cosa o tal otra. me quedo con lo que efectivamente pasó, con las lágrimas que lloramos lo que estuvo cerca de ser mucho más y fue un montonazo. me quedo con ese conjuro que acaba de nacer.

domingo, julio 13, 2014

Fútbol y causas. Último posteo antes de la final 2014

De España 82 no tengo recuerdos. Nada, no lo tengo presente a ese mundial. De México 86 me queda el inolvidable estribillo musical, la mascota, la figura de Maradona y no estoy seguro si mi memoria o la cantidad de emisiones televisivas, ponen frente a mí a un Diego haciendo patria con los ingleses. De la final no me acuerdo nada. De Italia 90 ya empiezo a tener más recuerdos: Roger Milla sorprendiéndonos en la primera fecha, la lesión de Pumpido en el triunfo contra la Unión Soviética por dos acero en la segunda y el ingreso de un arquerito joven, Goyco, el empate uno a uno con Rumania y la clasificación a Octavos. Después siempre se me enredan los recuerdos y nunca sé si primero le ganamos a Brasil con esa maradoneada que le cedió gentilmente a Caniggia la oportunidad de eternizar una gambeta frente a Taffarel, para ganarle a Brasil, o si primero empatamos cero a cero a Yugoslavia para empezar a mostrarnos lo que ese desconocido 12 del arco podía lograr en los penales. Sí me acuerdo con mucha fidelidad, el duro empate en semifinales frente a una Italia que, de local, nos silbó el Himno y nos hirió el orgullo. Y ahí sí, estoy seguro de cada uno de mis recuerdos, fundamentalmente de esa corrida del Goyco a abrazarse con el resto y el pase histórico a la final, nuevamente con Alemania. Me acuerdo también de esa dura final que, casi al terminar, fue absolutamente empañada por la decisión arbitral del mexicano Codesal que le regaló a Brehme, la conducción de esa copa mundial que levantarían los teutones. Después me acuerdo todos y cada uno de los detalles del mundial 94, conferencia de prensa de Diego cuando le cortaron las piernas y mis llantos y mi impotente abrazo a una almohada para consolarme de un ultraje inesperado. Después estuve presente en el 98 y también me volví rápido del 2002 y dolí a Holanda en el 2006 e incluso relaté surrealistamente con mis compañerxs de la Tortuga, la participación argentina en el mundial del 2010. Y lloré, siempre lloré. Hoy estoy dispuesto a llorar nuevamente, porque Israel invade Palestina con el apoyo sicario yanqui y todo su terrorismo sin vergüenza ni piedad. Estoy dispuesto a llorar de emoción con cada movida comunitaria con la que logramos, aunque sea un milímetro torcer el mandato neoliberal. En nuestras mentes, en nuestros cuerpos, con nuestrxs vecinxs, compañerxs, amigxs, familias. Y también estoy dispuesto a llorar esta tarde, sin olvidarme de Grondona, Blatter, Havelange, Macri, Tinelli y toda la manga de delincuentes que a diario usan de forro un deporte tan bello para destrozar generaciones y levantarla en pala, esta tarde, decía, estoy dispuesto a llorar por este equipazo humano que juega a la pelota y se ríe y se abraza y se emociona y siente y duele cuando las cosas no salen y explota cuando la pegamos y le mete garra y se rompe el ano y se rompe el culo y está dispuesto a dar hasta el último aliento para que la copa mundial de fútbol, esa tantas veces, todo el tiempo, manchada de billetes ensangrentados, traer a lo más austral de la Patria Grande, para proponer una vuelta a las raíces de este juego, que algunos tanto amamos y que algunas veces vemos con recelo, pero siempre lo tenemos con nosotros. Copa en alto. Que viva el fútbol y cárcel a los mercaderes.