miércoles, febrero 27, 2008

golondrina sigue atravesando regiones, persiguiendo la tierra del fuego...

TRIGÉSIMO TERCER PASO

Y entonces arranca una interminable noche. Una noche cuática (rara). Termina la película de Jason Bourne y los golondrinos van hasta la biblioteca pública de Curicó, que a las 24 (en veinte minutos) cierra sus puertas. Hablan con la gerente de la corporación cultural, rara forma jurídica que administra la biblioteca, preguntando por bares culturales donde ofrecer las publicaciones navegantes. Nada. "En Curicó no hay nada". Entonces la charla empieza a orientarse hacia el tema de la educación en Chile (paga, en todos sus niveles desde el pinochetismo; casi completamente privada en el nivel superior), el escaso desarrollo de la animación sociocultural y el trabajo cultural comunitario en el país, las fundaciones de las viejas chotas que lavan culpas. Los cabros deciden salir a batallar la noche, con sus nuevas dos publis, "Bollitos golondrinos de papel" y "Cadáveres exquisitos". "Hay que descartar las mochilas grandes". El sereno de la oficinita de turismo en la Alameda, nos permite dejar allí nuestros más pesados bártulos. Navegantes salen, entonces, calle Carrera hasta plaza San Francisco. Alrededor, bares cuicos, autos naves espaciales y gente careta. Se venden, sin embargo, las publis a colaboración. Una pizzería promete restos y sobras; no cumple. Pampero arremete sin vaselina: "la miseria es culpa de los hombres miserables". En un bar con karaoke, una piba de nombre Carito, se copa con la Nave y nos ofrece casa de su hermano en Talca para cuando sigamos para el sur. Dejamos el karaoke y arrancamos para el centro. Plaza de Armas, plaza principal. Un desierto. Nada, nada, noche de viernes de verano y nada, nada. Un boliche con reggaeton. No. Un sánguche de churrasco. Rico rico, caro caro. Alguien nos menciona un bar: Underground. Celebramos el nombre; ha de ser un bar bueno, suponemos. Una luca la entrada, incluye una cerveza. Dos chelas para los navegantes. El bar los recibe en un sótano, de allí el nombre. "Allá hay un patio, ¿vamos?", dice el sanfrancisqueño. Nos alcanzamos a sentar. Temas de Attaque 77, Los Prisioneros, Soda y un parlante corta el buen ambiente: "chiquillos, vamos a ir cerrando el patio; por favor vayan entrando porque vamos a ir cerrando; buenas noches para todos". Aquí gobierna la UDI, la fiesta termina temprano. Son las 3 de la madrugada, una mesa chilena nos bienrecibe con chelas, mientras un tipo de seguridad nos invita a retirarnos. Afuera unos otros chilenos curicanos buena onda, se prenden a curiosear navegolondrinas. "Invitamos unas chelas", dicen Ale y el Chelo. Aceptamos. Entonces un recorrido terriblemente cuático: debemos tomar un taxi y dirigirnos a un barrio lejano para tomar la chela. Allí, en peripecia casi de película de espías, una botillería hace caso de sus cómplices campana que, con sendas linternas, avisan que no hay carabineros cerca. Entonces "ya, chiquillos, ¿qué van a querer? Rápido chiquillos". "Tres Cristal y un paquete de cigarrillos". "Cuatro lucas, listo". Caminamos con las chelas encanutadas y llegamos a un callejón. Al callejón donde "LosElfos" suelen juntarse a tomar, libres de toda presión policial. Así, las tres chelas y dos más, más luego, se van a ir terminando, entre conversaciones varias de política, música e historia. Chile, Argentina, dictaduras y democracias; cantamos canciones y a las 8.30 pegamos la vuelta, amanecidos y medio dormidos. "¿Otra chela, compadres?". "No, gracias". Los golondrinos toman micro y a las 9 buscan mochilas por oficinita de turismo. A las 12.30 tienen sendos turnos de hora gratis de internet en la biblioteca pública. La noche curicana de viernes termina a media mañana. Los cabros argentinos se acuestan a dormir en plena plaza, despertador a las 12.

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