domingo, mayo 17, 2009

Falleció Mario Benedetti... Gracias por el fuego, viejo... me quedé con las ganas de cruzarte en algún café montevideano


"En Broadway, a la altura de la calle 113, no sólo se
habla en un español nasal y contaminado; también podría
decirse que se piensa, se camina y se come en español.
Letreros y avisos, que algunas cuadras antes todavía anun-
ciaban Groceries & Delicatessen, se han transformado aquí
en Groserías y Delicadezas. Los cines no anuncian, como
los de la calle 42, películas de Marlon Brando, Kim Novak
y Paul Newman, sino que muestran grandes cartelones con
las figuras de Pedro Armendáriz, María Felix, Cantinflas o
Carmen Sevilla.
Ha entrado la noche en un viernes de abril de mil no-
vecientos cincuenta y nueve, de modo que arriba ya no se
ve el cielo, y abajo el aire parece menos sucio. En esta
esquina de la más larga calle de Manhattan, los luminosos
son modestos, pero aun así modifican el color de las
mosquitas que se acercan a la luz. Broadway no es tan
representativa del Spanish Harlem como puede serlo
Madison; por lo menos aquí no vienen los turistas de Idaho
y Wyoming a fotografiar puertorriqueños en Kodachrome.
Es la hora en que se vuelve al hogar, si puede llamarse
hogar a estas miserables casas de inquilinato. A través de
las ventanas abiertas se ven habitaciones con rajaduras y
grandes manchas de humedad en las paredes, gente
hacinada en cinco o seis camas sin tender, niños descalzos
que berrean entre mocos, y algún televisor con la pantalla
manchada de grasa o helado.
La esquina es pobre. La gente es pobre. Las casas tie-
nen los frentes descascarados. Junto a un sonriente rostro
de Coca Cola, alguien escribió con tiza: Viva Albizu Campos.
Un ciego avanza con rostro impasible, mientras hace
sonar las monedas dentro de un envase de lata. La esqui-
na es pobre. De manera que el gran letrero luminoso que
anuncia TEQ LA RESTAURANT (porque la U y la I deTEQUILA
se han apagado) desentona con su alrededor.
No es exactamente un restorán de lujo, pero un examen
superficial de la lista de precios, que figura con un marquito
negro junto a la puerta, permite asegurar que ningún inte-
grante del Spanish Harlem ha de pertenecer a su cliente-
la. Tampoco es exactamente un restorán puertorriqueño;
más bien es vaga y promedialmente latinoamericano. Aun-
que todavía es temprano, las mesas están prontas, con sus
manteles, platos, cubiertos y servilletas. En una mesita
junto a la pared de la derecha, hay incluso una pareja que
examina, con las cabezas juntas, la lista de platos.
En la sección que da a Broadway, cinco mozos están
listos para atender las treinta mesas. En el fondo del salón
hay una puerta de doble hoja, que comunica con el Reser-
vado, donde hay tendida una mesa para unas veinte per-
sonas. En el fondo del Reservado hay otra puerta, ésta de
una sola hoja, que conduce a la cocina a través de un
angosto corredor. El teléfono está precisamente en el co-
rredor, sobre un estante que además tiene una estatuita:
un toro, en el amargo trance de recibir las banderillas.
Cuando suena el teléfono, viene José desde la cocina.
José es un español con varios lustros de residencia neo-
yorquina. Tanto se ha adaptado, que hasta cuando habla
español mecha palabras inglesas.
Aló. Tequila Restaurant. Speaking. Ah, you speak es-
pañol. Sí, señora. No, señora. Sí, señora. Todo típico, of
course. No, señora. Sí, señora. No, señora. Primera cali-
dad. ¿Y cuántos gringos piensa traer? Sí, señora. No, se-
ñora. Sí, señora. Claro, cuando vienen gringos traemos
las panderetas. Typical, you know. También las gaitas.
¿Gaitas nicaragüenses? Sí, por supuesto. Nuestras gaitas
son para todo servicio. Quédese tranquila, señora, todo
saldrá bien. ¿Y para cuándo? Next Friday. Okei, señora,
aquí lo anoto. ¿Cómo, cómo? Ah, su comisión. You mean
su comisión de usted. Como es natural, deberá llamar más
tarde, así habla con el Manager. Pregunte por míster Peter.
Peter González. Él es el que atiende eso de las comisio-
nes. Sí, claro. Bye-bye
".




Así arranca Gracias por el fuego. Hoy falleció Mario Benedetti.
Nada, este comienzo me encanta. Quería compartirlo, nada
más. Benedetti, como todos, se queda con nosotros en la
medida en que lo traigamos. Se queda nomás...

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