viernes, septiembre 28, 2007

Symns! y los depredadores

"...Era además un experto ladrón: domicilio, negocio, estadio o bar por el que pasaba sacaba su tajada. Cuando salíamos de ronda nocturna, Tostao caminaba por las calles como una máquina destructora. No sólo robaba: rompía todo lo que encontraba a su paso. Le daba igual quebrar la rama de un árbol o los vasos y botellas olvidados por el garzón sobre una mesa callejera del bar; escupir en la bebida de los parroquianos o depositar sus mucosidades sobre el vestido elegante de alguna transeúnte descuidada. Ése era el gran placer de su vida: hacer daño, sabotear, arruinar la pequeña alegría que sostiene el día a día de sus malditos semejantes. En la iglesia evangélica donde generosamente lo amparaban dándole techo y comida, cuando entraba en sus frenesíes depredadores defecaba en los rincones oscuros del templo o generaba cortocircuitos dentro de los enormes parlantes que se usaban para convocar a los feligreses. Su acto preferido era orinar en los enormes botellones de jugo de naranja que el cura preparaba para apagar la sed de sus fieles, o colocar pequeños trocitos de su propia mierda dentro de los emparedados de presunto y queijo.En su rostro yo veía reflejada la maldición sacerdotal que en algún lugar remoto pero preciso de su pasado lo obligó a humillar para siempre su esencia. Todos los de mi especie nos hemos encontrado alguna vez con aquellos que nos han humillado.

Lo menciono en plural porque formamos parte de una clase perfectamente identificable. Somos una etnia secreta, una raza original, un modelo genético: somos los depredadores, los que atravesamos historias y ciudades, amores y amistades, disfrazados de alguien que ni siquiera sabemos quién es. Es un disfraz tan perfectamente diseñado que te oculta hasta de tu propia mirada. Estamos acicateados por el cuchillo de la supervivencia. No sabemos trabajar, ni estudiar, ni aprender, ni ser amigos de nadie, y hasta nos resulta insoportable el trabajo de existir. Sólo sabemos persistir.

Tostao es el ejemplar más notable, el que quizá nos represente más bestialmente a todos, el que llevaba en su expresión el mejor dibujo, el más perfecto identikit de aquella presencia sacerdotal nefasta que en su infancia distorsionó su alma para siempre."

Enrique Symns, extraído de su libro "El señor de los venenos"

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