Pablito me habla y sus palabras, una tras otra se me meten por uno de mis oídos y se topan con un bloque de cera cuando quieren salir por el otro.
Lo miro por sobre mi hombro derecho.
-¿Qué? A mí me gusta -sostiene.
Vuelvo mis ojos a la flaquita que está sentada en una de las banquetas de la barra, esa morochita que se cree y sabe mirada, con su monocromático tatuaje tribal en el hombro izquierdo.
-Es una pendeja -Pablo vuelve a interrumpir mi contemplación-. ¿Qué me mirás así, boludo? No tiene más de 16. Vas a ir en cana, boludo.
El medio vaso de cerveza caliente se va de un sorbo largo a mi cabeza.
-Me voy, Pablito.
-Pará, boludo, que todavía falta una banda.
Salgo del bar, mis bolsillos vaciísimos y más de treinta cuadras para caminar.
-Flaca, ¿vas para el centro?
-No, disculpá
La flaca sube el vidrio y arranca para el centro.
Mi remera está demasiado mojada, me transpiré todo en el primer pogo de la primer banda soporte. Unos amigos del barrio. La banda esta, es medio nuevita y de los ocho temas que tocó, cinco fueron altos covers de Pantera, Sepultura y A.N.I.M.A.L., así que el pogo fue feroz... Ah, y además un pelotudo tropezó con quién sabe quién y me echó encima media jarra de fernet. Casi me olvidaba de ese detalle.
Voy hablando mientras camino y me oigo la garganta irritada en cada fonema que espeto.
Hay un teléfono público a monedas en la esquina, hacia él voy. "No tengo ni un cobre", recuerdo, me digo. Y puteo, desacelero y sigo caminando. La iba a llamar a la Claudia al celular, si no estaba el novio la iba a invitar a culear a casa. Las últimas dos veces me cortó el rostro, pero qué más daría. En fin, nada, sin monedas no hay llamada, esa zorra no te agarra una llamada por cobrar ni por puta.
...
Me prendo un cigarrillo, un medio cigarrillo que encontré en el cenicero entra colillas muertas. Estoy tirado en el colchón mirando el techo. No puedo dormirme, son las 5 y media y no puedo dormirme. Ni siquiera un libro nuevo ni una revista ni nada. Ni siquiera una porno para clavarme una paja con fundamento. Ni siquiera un televisor. Entre mis cds nada me entusiasma, me gustan todos pero esta madrugada, nada me entusiasma entre mis cds.
Me levanto y camino, en mi pieza doy una vuelta, me paro manos en la cintura. Voy al baño, prendo la luz, me miro al espejo, la apago. Voy a la cocina, prendo la hornalla del anafe. "Un cafe", me digo. "Mejor un té", me contradigo. Apago la hornalla y me voy nuevamente a la pieza. Allí está de nuevo el colchón y las sábanas desordenadas y en el piso el medio cigarrillo, ya cuarto de cigarrillo, agonizante.
"¿Será esto lo que llaman anomia?", me pregunto mientras me tiro nuevamente a tratar de dormir. Quizás si cuento ovejitas, no se me haga tan densa esta situación.
Olegario Gorín Tamarindo
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